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CONSIDERACIONES FINALES

Queda claro que cada cultura, época e incluso movimiento artístico ha tenido un concepto distinto acerca del original y la copia. Si Elmyr de Hory o Thomas Hoving hubiesen sido artistas renacentistas como Miguel Ángel, por ejemplo, habrían gozado de un gran éxito y hoy haríamos filas interminables en los museos para ver sus obras.

Hay anécdotas sobre el trabajo y las actividades de Miguel Ángel que, de suceder en la actualidad, sin duda lo llevarían a la cárcel por varios años, y no solo tiene que ver con la falsificación del Laooconte; según estudios biográficos, Miguel Ángel solía pedir prestadas obras de otros maestros, hacía una falsificación que luego les entregaba a sus dueños y se quedaba él con el original.

Cuando Van Meegeren enfrentaba sus juicios por vender obras a Hermann Göring, dijo sorprendido a sus jueces que, un año atrás los expertos e interesados en el arte valoraban sus obras en millones de dólares basándose, en gran medida, en aspectos que tenían que ver con la calidad plástica de la pieza, pero que ahora, que se había descubierto que eran una copia, las piezas no valía nada. Van Meegeren no paraba de preguntar: ¿qué es lo que ha cambiado?

La Gioconda o Monalisa de Leonardo da Vinci, una de las piezas más famosas de la Historia del Arte, tal vez sea una reproducción. La duda sobre su originalidad no disminuye las visitas que recibe en el Museo de Louvre.

Lo que le podríamos responder a Van Meegeren es que nada cambió en la obra, que su valor es y debe ser indudablemente altísimo, que las personas que valoran el arte deberían viajar desde diversas partes del mundo a observar y disfrutar de su obra, y que lo que muchos historiadores aún no han entendido es que el tema del original y la copia tiene que ver más con el valor histórico, que con el valor plástico.

Llegando a este punto es cuando debemos en esta época comenzar a reevaluar una vez más la discusión sobre el valor del arte, la firma del artista y el ejercicio profesional en las artes plásticas. 

Esto no quiere decir que se deba aprobar el delito de la falsificación, pero sí que se deben hacer las distinciones entre el valor histórico y el valor plástico. Las cerámicas y vasijas que hacen muchas comunidades indígenas en la actualidad no consiguen un mercado porque no están datadas como prehispánicas, aunque en su ejecución y técnicas mantengan el mismo estilo y riqueza artística que las piezas de sus antepasados.

Es muy probable que, si el mercado de las reproducciones legales comienza a hacerse más prolífero, los artistas podrán encontrar un nicho no solo para sus obras, sino para demostrar las habilidades que aprendieron en la academia cuando debían copiar con total exactitud la obra de los maestros famosos. Sin embargo, para que esto ocurra, es hora de que en nuestro tiempo volvamos a definir nuevos valores y conceptos. El arte se ha mantenido estático por muchos años, nos corresponde hacer nuevos planteamientos que realmente se ajusten a nuestro tiempo y nuestras necesidades.

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