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LA FALSIFICACIÓN COMO UN FENÓMENO SOCIOLÓGICO

La falsificación como fenómeno sociológico resulta muy interesante, porque si bien para occidente es un delito, en China, con la cultura shanzhai, es un negocio totalmente aceptado y que, a su vez, cuenta con un amplio mercado en Europa. Esto claramente nos dice que para que cualquier mercado ilegal sea exitoso necesita de la aceptación de un público y, efectivamente, entenderemos que en el imaginario común obtener la reproducción de algo “bello” es una necesidad.

Cuando se habla de la valoración de una obra por su unicidad o por su carácter creativo, las falsificaciones entran a ser el antónimo de la ecuación pues siempre se dejará de lado la evaluación de la ejecución plástica.

Sin embargo, el arte valorado desde la creatividad es un concepto relativamente nuevo. Los griegos ni siquiera tenían un término para la palabra crear o creador; de hecho, no necesitaban usar esas palabras para referirse a los artistas. Para ellos, la palabra usada para describirlos era fabricantes, pues estos se dedicaban a imitar las cosas que ya existían. El mismo Platón decía que un pintor, simplemente imita.

Durante los primeros siglos de desarrollo de las artes plásticas la creatividad en el arte incluso llegó a ser algo indeseable, pues el arte era valorado por la destreza de la ejecución, y quien conoce las complejas técnicas y sabe aplicarlas, es un artista.

De hecho, el término creatividad entró bastante tarde en la cultura europea y con mucha resistencia, siendo Francia en el siglo XVII donde más se oponían a ese término. No va a ser sino hasta el siglo XIX cuando se va a hablar del artista como un creador.

En el concepto contemporáneo que tenemos de creatividad se incluyen todas  las actividades humanas, no solo la artística, y se le añade un nuevo adjetivo: la novedad.

Esa novedad puede analizarse desde diferentes formas, no solo desde el punto de vista de crear una forma novedosa, sino también el crear una técnica novedosa. Y ¿no es precisamente lo que hacen los falsificadores para poder recrear con total exactitud una obra de más de 250 años de antigüedad sin ser descubiertos? La novedad entonces va a conllevar a un mayor esfuerzo, a un nivel más elevado de acción y a ser más eficaz al lograr el objetivo.

Obra: Retrato de Dora Maar de Pablo Picasso. Data: 1937.
Esta recreación en formato gif puede considerarse una deconstrucción al estilo Shanzhai

Ahora bien, retomemos nuevamente la visión de la copia y el original en Oriente.  En la lengua china la etimología de original (zhenji) se traduce como huella verdadera; y copia (fuzhipin) como una reproducción exacta de la original. Sin embrago, aquí vale destacar que, para la cultura china, la copia no tiene ninguna connotación negativa, tiene el mismo valor de la pieza que imita.

En China, los estudiantes de arte, al igual que en Europa y América, aprenden copiando a los maestros, pero en el caso especial de China, el aprendizaje tradicional imitando a los maestros condujo a que los artistas se convirtieran en potenciales falsificadores, al punto de llamarse a sí mismo no solo falsificadores, sino maestros falsificadores. En la tradición plástica de ese país, si un artista es capaz de recrear con un alto nivel de exactitud a un maestro, demuestra sin duda alguna su destreza. Tenemos que reiterar que, como lo indicamos hace un momento, la fuzhipin es una muestra de veneración y respeto hacia el maestro, y éste a su vez, se sentiría halagado por recibir tal honor.

Pero la visión de la copia en Oriente no se remite solo a un tema académico, debe entenderse que para los orientales no existe algo conocido como el aura de la obra, el enigma del objeto único o la reliquia; ellos perciben un objeto, desde una obra pictórica hasta una arquitectónica, como una pieza sin una identidad definitiva y que debe transformarse constantemente.

Tal vez esto puede ilustrarse mejor hablando de Los Guerreros de Terracota de la Dinastía Qin, pues en 1974 cuando ocurre el descubrimiento arqueológico de inmediato se comenzaron a hacer réplicas de los soldados. Esto resultó un ejercicio completamente válido para retomar la producción en serie de la cual habían surgido estas figuras, es decir, los mismos guerreros de terracota desde su creación en el 210 a.C no fueron concebidos como piezas únicas, sino como esculturas en serie que sufrían modificaciones a partir del ensamblaje de formas y moldes ya hechos.

De allí que, en 2007, cuando se expuso en el Museo de Etnología de Hamburgo unas réplicas de los guerreros, los europeos se sintieron muy ofendidos al descubrir lo que para ellos era una “mentira”, y los chinos, a su vez, también se tomaron el rechazo como un agravio, pues culturalmente no ven la diferencia entre dos copias idénticas que tienen como objetivo mostrar un objeto artístico y hermoso, y no exclusivamente un objeto histórico (los chinos tiene como costumbre enviar réplicas y no la pieza original a una exposición).

 

Ahora bien, por qué se valora la creatividad en nuestra cultura, según Tatarkiewicz (2001), porque los objetos nuevos amplían el marco de nuestras vidas y nos ofrecen variedad, y porque la creatividad hace surgir en la sociedad figuras para beatificar y con ello se sigue generando el culto a la capacidad sobrehumana del hombre.

El culto a la creatividad vinculada a la exaltación de la figura del gran maestro artista también se dio por la gran proliferación de obras de arte y de artistas nuevos. Sirvió como filtro y como criterio de selección para establecer gustos y precios en el mercado del arte.

No es de extrañar entonces que, en un mercado con estas características, exista una doble moral, pues si por una parte se invita a los artistas a “crear”, por otra se aboca todo el capital de compra en la adquisición de las piezas de los grandes maestros. Queda claro que muchos artistas plásticos no tendrán la oportunidad de vivir de su arte, o como en el caso de Van Gogh, al menos no en vida.

Se puede concluir que ha existido un mercado de falsificación de obras porque el propio mercado del arte necesita objetos raros, selectos y únicos. Quieren venerar al artista-superhéroe y existen profesionales (sin el apellido correcto) dispuestos a suplir la demanda para poder vivir de su profesión.

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